Empecemos por el lugar: Argentina. Podemos hablar de un antes y un despu�s de Rata Blanca. Aunque, parad�jicamente, el antes y el despu�s se parecen demasiado. Lo que de alguna manera convierte a lo que qued� en el medio en una especia de sue�o, uno de esos peregrinos malabarismos de la mente que nos hace dudar de la realidad de ciertas vivencias al despertar.
Sin embargo, a veces los sue�os se viven con cierta inusitada intensidad que no nos deja advertir que -tal vez- no son para siempre.
Pero volvamos al punto de partida: Argentina. No cualquiera, sino la de mediados de los '80s. La ilusi�n de la democracia recuperada se iba diluyendo lentamente en la misma frustraci�n que sucede a la euforia. Muchos ya sab�amos por entonces que hab�amos sido enga�ados, que los culpables no ser�an castigados, que los pol�ticos ya nos hab�an vendido, que acaso el pa�s no levantar�a cabeza... acaso nunca m�s. Hay que reconocer, sin embargo, que una suerte de optimismo hueco ganaba el ambiente, se colaba en los medios y campeaba como en v�speras de una fiesta. Y puesto que hablamos de sue�os, quienes so��bamos con la energ�a de las seis cuerdas, la m�stica de los h�roes y el calor de la multitud, viv�amos mirando hacia afuera todo el tiempo, salvo cuando un fen�meno ineludible nos regresaba a lo que pod�amos apreciar en vivo y en directo. En la �poca de la
que hablo, hab�a quedado como un vac�o, un suspenso, una pausa intangible...
Seguramente Walter Giardino sent�a lo mismo por aquel entonces. Sus comienzos en Punto Rojo ya delataban un hambre de horizontes poco com�n para los metaleros rioplatenses, muchos de los cuales reconoc�an el presentarse en la m�tica discoteca Halley alg�n fin de semana como techo de su ambici�n. Una vez que el p�blico lo descubri�, la chapa de virtuoso ya nunca lo abandonar�a, y en el proceso su imagen qued� como referente de disciplina perfeccionista y temperamento profesional para los m�sicos locales.
Junto con el baterista Gustavo Rowek se decidi� a registrar algunas composiciones para un demo (herramienta que en la �poca no era tan accesible como hoy en d�a, verdaderamente) que apuntaba al exterior. El t�cnico de grabaci�n se llamaba Mario Sanguinet. Quiz�s no resulte ocioso mencionar los temas "Chico callejero", "Gente del Sur", "Rompe el hechizo" y "La bruja blanca", tres de los cuales se incorporar�an m�s tarde al primer �lbum de la banda.
Cuentan que quedaron tan satisfechos con el esfuerzo, que dieron en creer que hab�a oportunidades dentro de estas fronteras. El lance fue tomando forma. Yulie Ruth se hab�a hecho tiempo fuera de Alakr�n para dar una mano pero luego el puesto de bajista lo detentar�a permanentemente "El Negro" Guillermo S�nchez, de 6L6. Rowek trajo a Sergio Berdichevsky para la guitarra r�tmica. Rodolfo Cava era el vocalista, pero no dur�, y en su lugar ingres� un nombre muy respetado en la escena, aunque visto quiz�s como de una generaci�n anterior: el ex-Plus Sa�l Blanch. Hablamos de un per�odo de ensayos y consolidaci�n que se extendi� desde el '85 hasta el '87. Precisamente el 15 de agosto de aquel a�o, Rata Blanca debut� en la sala Luz y Fuerza.
Lo dem�s es historia, pero no por eso hay que dejar de contarla.
El hechizo se rompe
Cuando poner un vinilo en las bateas todav�a ten�a ribetes de haza�a, lleg� aquel disco de portada viol�cea y contracara en blanco y negro, con el dibujo -algo burdo, quiz�s- del castillo y la luna, y el logo en letras blancas. Walter siempre observ� que el nombre del grupo ten�a algo de instintivo, un cierto sonido �pico y elegante... Debe tener raz�n, nunca se me ocurri� relacionarlo con los roedores de laboratorio hasta que un amigo me lo sugiri� muchos a�os despu�s. Recuerdo que aquella semana del '88 sali� tambi�n el debut de Kamikaze. Estaban adem�s Alakr�n, JAF y tantos otros que empezaban a capitalizar sus esfuerzos; en el aire se present�a un cosquilleo nuevo y atrevido. Se trataba, finalmente, de una escena con esperanza.
Pero lo de Rata termin� superando todas las expectativas y, as� mismo, muchas barreras. Es sabido que Sa�l se hab�a retirado para cuando Polygram dio el ultim�tum de la grabaci�n, porque pasado un tiempo caducaba la oportunidad. Un tal Shito Molina, que se hab�a hecho cargo de las voces, desert� a �ltimo momento. Sa�l fue convocado a los estudios precipitadamente. Conoc�a los temas y ten�a el oficio necesario para sacar adelante el producto. El contrato con la discogr�fica establec�a que para grabar un segundo disco, las ventas deb�an superar un m�nimo de 5.000 unidades en seis meses. "Rata Blanca" vendi� 17.000 y agot� todas las ediciones sucesivas. Los n�meros no mienten.
Entre la gente, el impacto estaba dado. Su presentaci�n en el Teatro Alfil aquel diciembre tuvo estatura de antol�gico, y unos pocos abrigaban el presentimiento de que la banda pod�a volverse imparable. A�n esos, los audaces, no alcanzaron a prever lo que finalmente ocurri�.
El proceso, sin embargo, no estuvo exento de vacilaciones. Se supone que la formaci�n que perpetra un �xito deber�a mantenerse inmutable, seg�n el deseo de los fans; pero pronto corri� el escalofr�o de que La Rata ten�a nuevos integrantes: el tecladista Hugo Bistolfi result� una incorporaci�n aplaudida y hasta l�gica; en cuanto al vocalista que reemplazaba a Sa�l Blanch, era un misterio. Bast� una gira por el Sur del pa�s y algunas presentaciones capitalinas para que Adri�n Barilari se convirtiese en la voz emblem�tica de la nueva atracci�n pesada que la escena ten�a para ofrecer. Su figura menuda contrastaba simp�ticamente en el escenario con la elevada talla de Walter, y pronto ambos encarnaron las figuras m�s reconocibles del fen�meno en ciernes.
La responsabilidad de un segundo disco siempre es muy dura para un grupo se�alado como revelaci�n. y para entonces, Walter le a�ad�a combustible al fuego de la expectativa adelantando en sus shows un cl�sico inmediato: "La leyenda del Hada y el Mago", que pasar�a a transformarse en cierre habitual y el tema m�s pedido del repertorio. Cuando finalmente, a mediados del '90, la novedad lleg� a las calles con el t�tulo de "Magos, Espadas y Rosas", Rata Blanca se expandi� a un p�blico totalmente nuevo, masivo y casi virginal para el rock pesado. Y la bola de nueve se transform� en alud.
No ser� uno m�s
A partir de entonces, llenar el estadio Obras se hizo costumbre, las giras por el interior cimentaron la curiosidad, y los medios se volcaron un�nimemente sobre el suceso. Parte de la culpa la ten�a la balada, "Mujer amante", que lleg� a tener video clip y alta rotaci�n en la radio. Pero quedaba claro que las apariciones de grupo trascend�an la mera repercusi�n de un hit.
Si en el '90 la Rata estall�, al a�o siguiente casi se encontr� al borde de la sobre exposici�n. No s�lo estaba en boca de todos y en todas partes, sino que hasta el mega popular show de TV de Marcelo Tinelli los contaba como plato fuerte musical extraordinario. Las ventas de discos se disparan a nuevas alturas, y la gira nacional bautizada "Por el camino del Sol" adquiere nombre legendario acumulando 120 presentaciones en todo el pa�s. Por entonces, hasta era com�n verlos compartiendo espacios en medios ajenos al rock con los t�picos amantes latinos que vend�an millonadas con sus melindres. Nadie quer�a quedarse fuera del fen�meno, y en ese tren se subi� cualquiera.
Afortunadamente, tan abundante presencia recibi� una bocanada de aliento fresco con la edici�n del tercer disco, "Guerrero del Arco Iris", grabado en Los �ngeles y due�o de una propuesta m�s al gusto del sector netamente rockero de la hinchada. El tema que daba t�tulo al �lbum era un homenaje al Rainbow Warrior, barco insignia de la agrupaci�n Greenpeace, y proyectaba un saludable mensaje ecologista en tiempos en que el metal no se hab�a despegado a�n de los prejuicios de violencia y desorden con el que los ojos de la sociedad argentina indefectiblemente lo identificaban.
El cierre del a�o estuvo a la altura del alboroto armado. El mundialista estadio de V�lez S�rsfield no ha vuelto a usarse desde entonces para un evento similar dedicado a una banda met�lica local. Las cifras dicen que hubo 30.000 espectadores para presenciar un concierto que -am�n de los soportes Attaque 77 y su muy exitosa f�rmula de punk rock- abarc� la discograf�a completa de la banda hasta ese momento sin olvidar una sola canci�n ni la oportunidad de agradecerles a los fans por ese hito irrepetible.
No ser�a, sin embargo, la �nica vez que Rata Blanca sorprender�a a seguidores y ajenos. 1992 represent� para la banda un a�o complejo en materia de compromisos y decisiones. En la cresta de la ola, surgi� un pol�mico contrato para recorrer el recelado circuito de bailantas. Para entonces, el p�blico de Rata era muy heterog�neo, y las cr�ticas arreciaron principalmente desde el sector rockero, que de alg�n modo sinti� que perd�a de vista a sus �dolos. La situaci�n min� la credibilidad del grupo entre los m�s pesados, pero fue un rev�s injusto si tenemos en cuenta que nunca hizo m�s que presentar sus propios temas apenas en sitios poco ortodoxos, precisamente en la �poca en que ya hab�a desbordado por mucho los l�mites naturales de alcance en vivo para cualquier banda de heavy metal aut�ctona. Debieron pasar a�os para que la gran mayor�a de los que se distanciaron reconociesen que su reacci�n hab�a sido err�nea. Sin embargo, todo llega, y si es con justicia, tanto mejor.
La "Gira Guerrera" tambi�n se convirti� en jal�n memorable, sobre todo por su desenlace en octubre. Rata Blanca fue de las escas�simas bandas -de las met�licas, seguramente la �nica- que se dio el lujo de tocar en directo junto a una orquesta. Siendo Walter Giardino y los dem�s admiradores declarados de la tradici�n de Deep Purple y su bagaje cl�sico, sin duda represent� para ellos un sue�o largamente acariciado. Fueron tres noches en el Teatro �pera a sala llena donde la banda comparti� una peque�a pero emotiva parte de su set con la Orquesta de C�mara Solistas Bach, y de tales registros surgi� -reci�n en 1996, por problemas contractuales- el disco "En Vivo en Buenos Aires".
El mercado argentino empezaba a quedar estrecho para contener el suceso de una banda que ya era reclamada desde el exterior, sobre todo por el p�blico de habla hispana. Luego del sonado contrato con BMG por una cifra millonaria, Rata Blanca se lanza hacia una exitosa gira por M�xico, Estados Unidos y Espa�a, junto con los mel�dicos Medina Azahara; y es precisamente en su tierra donde graban "El Libro Oculto", un �lbum de cinco canciones con sonido m�s duro y todas las caracter�sticas del cierre de una etapa. Por cierto que en esa gira Adri�n Barilari decide alejarse, y pronto Hugo Bistolfi lo seguir�a. El desgaste hab�a hecho su parte.
D�as duros
Es innegable que hubo expectativa ante los cambios. Javier Retamozo fue confirmado en los teclados, pero la elecci�n de un vocalista representaba un asunto m�s delicado. El elegido para las voces ten�a larga experiencia y nombre en la escena por haber participado de bandas se�eras como Hellion y Alakr�n. Para muchos result� una sorpresa, pero se trataba de Mario Ian. Ya eran otros tiempos. Sepultura y Pantera hab�an introducido modalidades rabiosas, atronadoras, compactas... Rata Blanca acus� las ondas de choque del entorno. Cuando "Entre el Cielo y el Infierno" arrib� a las bateas, hubo quien no dio cr�dito ante tama�o giro. Tal parec�a que Rata Blanca hab�a decidido experimentar, y Walter Giardino se concentraba en la direcci�n musical y los arreglos, con lo cual el rumbo creativo marchaba hacia un territorio inesperado. El �lbum pose�a, no obstante, aires �picos que iban m�s all� del machaque en himnos como "Jerusal�n" y "Herederos de la fe", que pasaron a formar parte de acervo cl�sico del grupo. Tambi�n la novedad de la inclusi�n de un cover: "Travelin' Band", acaso el momento m�s energ�tico de los m�ticos Creedence Clearwater Revival.
Le har�an honor al tema, y con esta formaci�n se convertir�an en una aut�ntica banda viajera que recorrer�a los lugares ya visitados, y sumar�an destinos como el de un Monsters of Rock en Brasil junto a Ozzy, Megadeth, Alice Cooper y otros pr�ceres. Sin embargo, en la Argentina las perspectivas se hab�an enfriado paulatinamente, sea porque la alineaci�n no era la m�s ganchera, o porque ya hab�a pasado la fiebre de los medios, o porque sencillamente as� ten�a que ser. La convocatoria mermaba, y aunque el nombre de la Rata todav�a era tan grande como para generar una batahola inolvidable a las puertas de Much Music durante un ac�stico, los d�as de vino y rosas estaban contados.
El canto del cisne de aquella historia se dio ya con otro cantante. Gabriel Marian, un joven y desconocido vocalista surgi� a partir de intensivas audiciones. "Rata Blanca VII" no tuvo el apoyo publicitario ni alcanz� el nivel de ventas esperado. Acaso tampoco es un disco que los seguidores de la banda recuerdan con especial cari�o. Pero durante aquellos d�as, el grupo alcanz� a presentarlo en el Teatro Astros con el boato debido, y hasta comparti� cartel con otros grandes de la escena local para el concierto a beneficio de las Madres de Plaza de Mayo que quedar�a testimoniado en el recopilatorio denominado "�Ni Un Paso Atr�s!".
En abril del '98 se conoce finalmente la decisi�n. No m�s Rata Blanca. Cada uno por su lado, y a ver qu� pasa. Rowek y Berdichevsky se mantienen unidos para fundar Nativo, con una propuesta totalmente distinta y relacionada con tendencias m�s modernas y agresivas. Walter Giardino se concentra en Temple, una nueva apuesta que levanta vuelo y concreta un disco estupendo en la mejor tradici�n de los d�as felices de la Rata. Retamozo se pierde de vista, mientras Marian y Guillermo S�nchez inician sendos proyectos que no llegan a dar frutos.
Noche sin sue�os
Todo parec�a terminado. No fue una separaci�n amarga, o escandalosa. Eso no quita que haya sido triste. Walter dej� la puerta abierta al sugerir que tal vez se reunir�an peri�dicamente una vez por a�o para alg�n recital, pero en realidad no ocurri�.
Hasta que en el oto�o del 2000, una noticia conmovi� a los viejos fans y trajo esperanzas insospechadas. Mientras Walter rearmaba su banda, Temple, anunci� que las voces estar�an a cargo de Adri�n Barilari, quien todo ese tiempo hab�a estado probando suerte -tres discos mediante- con Alianza (donde tambi�n militaba Hugo Bistolfi). Las expectativas para el show en Museum, del barrio de San Telmo, llegaron al tope. Se hizo presente la qu�mica entre las dos figuras m�s representativas de Rata Blanca, y muchos deliraron con los antiguos cl�sicos al tiempo que se entusiasmaban con un par de temas nuevos que Temple estaba adelantando y que -ya que so�ar no cuesta nada- podr�an figurar en un pr�ximo �lbum donde participaran ambos.
El retorno de Rata Blanca fue un proceso sigiloso, incluso "natural", como dicen ellos. Las piezas se fueron acomodando en su lugar. Primero sucedi� que Guillermo S�nchez tom� el lugar del bajista saliente Daniel Leonetti; luego fue Hugo Bistolfi quien ocup� los teclados. Y en ese momento, en plena gira, ya no val�a la pena mantener el nombre de Temple. La consigna volvi� a ser Rata Blanca.
Noche sin sue�os
Todo eso -o casi- ocurri� m�s all� de las fronteras del pa�s, en el transcurso del tour sudamericano. En Buenos Aires, nadie sab�a nada. Las noticias de Bolivia, de Chile, de M�xico, de Colombia, de Ecuador, llegaban rotas, dispersas, equ�vocas. Solamente cuando pisaron suelo argentino se supo de la firme intenci�n del regreso. Y a�n as�, no fue una vuelta con bombos y platillos. Apenas un zafarrancho en el Teatro Coliseo, casi a las apuradas, porque Rata Blanca no quer�a dejar que se escapase el milenio sin declarar que estaba otra vez en pie. Sergio Berdichevsky y Gustavo Rowek no quisieron tomar parte del acontecimiento, concentrados en su nueva faceta, pero ah� a la mano estaba el magn�fico batero de Temple, Fernando Scarcella, y Walter Giardino opt� por prescindir de una guitarra r�tmica y afrontar la nueva etapa como un quinteto.
Desde entonces, volvieron los llenos totales, la atenci�n de la radio y el cari�o incondicional de los fans, con el a�adido de un prestigio renovado que tiene el perfume sobrio de aquello que va a durar.
El sue�o de la m�sica no tiene porqu� ser un sue�o perdido. Quiz�s esa fue la lecci�n m�s preciada de Rata Blanca, una banda que lleg� adonde nadie pensaba que se pod�a llegar, y a�n dej� espacio para so�ar con universos que est�n m�s lejos y son m�s competitivos que nunca. Pero lo importante, lo que no hay que olvidar, es que esta historia, con su antes y su despu�s, es una historia que s�lo pod�a haber ocurrido en un lugar: Argentina. Donde todo empez�, y donde -por suerte- no todo tiene que terminar.
Autor: C�sar Fuentes Rodr�guez
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